Un continuo movimiento de manos y los ojos entornados acompañan la remembranza que hace de su vida. Durante su juventud fue dirigente universitario y actor de teatro; ahora, a sus 52 años, es un reconocido cientista político, dramaturgo, docente, esposo, padre y, sobre todo, un orgulloso católico. Él es Carlos Hugo Cordero, el analista que a menudo vemos en la televisión poniendo la lupa sobre la política boliviana y que ahora se alista para llevar a las tablas una nueva obra, El Cerco, la cual marca su retorno a la dramaturgia después de varios años de ausencia.
Está casado desde hace 18 años con Beatrice Carrafa, madre de sus tres hijos. La familia reside en el barrio paceño de Achumani. Desde su rincón favorito, el living-comedor de su casa, en cuyas paredes aparecen reproduccioenes de las pinturas de Alandia Pantoja, Carlos Cordero dialoga con Somos.
Sus recuerdos lo llevan hasta su niñez, cuando las escuelas cercanas a la plaza Murillo: Mariscal Santa Cruz, Genaro Sanjinés y San Antonio, eran testigos de su infancia. Ya en la secundaria, dice, se descubrió fascinado por la enseñanza, pues en ocasiones ayudaba a su madre en sus labores de maestra.
En el colegio se interesó por la poesía. “No sé por qué, pero me gustaba y siempre participé en actos culturales”, cuenta Cordero. En segundo medio, sus padres decidieron cambiarlo de establecimiento educativo, del San Antonio al Instituto Americano, lo que implicó el paso de un centro fiscal a uno particular y de uno de sólo varones a otro mixto. “Era diferente; ambas cosas han marcado mi vida”.
De sus años en el “Americano”, recuerda que fue precursor de la organización de eventos folklóricos, una forma de reivindicar lo nacional, apunta el analista. Casi a punto de ser bachiller, en 1975, conoció al hijo del ex presidente Juan José Tórrez, quien fue exiliado durante el Gobierno del general Hugo Banzer Suárez. A este último llegaría a estrecharle la mano años después.
Tras finalizar la secundaria, se matriculó en la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), pero se retiró en el segundo año. En el ínterin, siendo dirigente universitario, en 1977 fue encarcelado durante dos meses después de participar en una huelga de hambre. Fue durante el Gobierno de Banzer.
“Una experiencia traumante”, así recuerda Cordero esta vivencia. Un viernes de diciembre de 1977, “yo fui a alertar a mis compañeros de la toma de la universidad por las fuerzas del orden, pero ellos me dijeron ‘nosotros nos quedamos, si quieres, tú te vas’. Decidí correr la suerte de ellos”.
Y continúa: “Esa noche alguien dijo ‘no den su nombre y yo lo cambié por Carlos Medinacelli”. Fue por este detalle que su familia demoró en ubicarlo entre los apresados. Antes del arresto, Cordero había introducido más de una libra y media de hojas de coca en el forro de su abrigo. “Esas hojas de coca nos mantuvieron unidos y fuertes (durante el encierro)”.
De esa experiencia, todavía recuerda el frío de aquellas paredes de cemento, la comida siempre de lawas, arroz y fideos, y las constantes amenazas de exilio a Chile. La prisión estaba en el Departamento de Orden Político (DOP), hoy edificio del Congreso.
Nueva vida en Venezuela
Terminaba la década del 70 y ante la difícil situación política que atravesaba el país, el universitario tomó una decisión que marcaría su vida. “Las oportunidades se me cerraban y me fui a Venezuela, donde encontré mi destino en dos sentidos: me vinculé con grupos de teatro y estudié Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela (UCV)”.
A sus 18 años, Cordero había cambiado la medicina por las ciencias políticas, las manifestaciones universitarias por las tablas del teatro. “Descubrí mi vida en ese país”.
En el arte escénico tuvo como maestro a una leyenda del teatro, Juan Carlos Gené, un reconocido dramaturgo argentino. Asimismo, integró el elenco Actoral 80, con intérpretes chilenos, argentinos y venezolanos.
Después de finalizar sus estudios superiores y con basta experiencia en las tablas, Cordero regresó al país que lo vio nacer, entonces tenía 25 años de edad. En aquella época gobernaba la Unidad Democrática y Popular (UDP); otra vez tiempos difíciles para Bolivia.
Posteriormente, Cordero se vinculó con el líder popular Carlos Palenque, quien formó el partido político Condepa (Conciencia de Patria). “Fui muy cercano a Carlos, nos unía el arte. Él era charanguista y comunicador; yo hacía teatro, y como cientista político me invitó a ser diputado por su partido, lo fui por una gestión”.
Pero la faceta pública de Cordero no terminó ahí. Años después desempeñó el cargo de Oficial Mayor de Cultura de los municipios de La Paz y El Alto.
Posteriormente, la carrera de Ciencias Políticas de la UMSA lo acogió como docente; hoy es profesor titular. También se hizo catedrático en la Universidad Católica Boliviana (UCB). La docencia es otra de sus grandes pasiones.
Entre la política y el teatro
“Desde que llegué al país (1983) —rememora el dramaturgo— hice teatro, me vinculé a organizaciones estatales de cultura que me dieron la oportunidad de dirigir y trabajar con actrices como Norma Merlo, Moraima Ibáñez y Maritza Wilde”.
Es autor de obras como Urania Films y El más luminoso de los arcángeles; dirigió A la diestra de Dios Padre, La Señorita de Tacna y El día que me quieras, entre otras piezas. Esta última cerró un ciclo de presentaciones en 2005. Y este mes, después de seis años, Cordero retoma la dirección teatral con la obra El Cerco, que se presentará del 8 al 10 de abril en el Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez.
Así, entre el análisis frío de la política y el mundo creativo de la dramaturgia, vive este paceño asiduo lector de Fernando Sabater y Mario Vargas Llosa. Dichos ámbitos, sin embargo, no están reñidos y conviven en él en total armonía. Aunque el teatro, dice, le otorga mayor sensación de libertad.
En todo caso, la fuente de su equilibrio está, confiesa, en sus valores cristianos. Éstos están “incluso en la política, que es tan compleja, como en el teatro o en la vida familiar”. Cientista político, dramaturgo y un hombre profundamente espiritual, así es Cordero, cuyo apego a la religión es poco conocida. “De lo que realmente me siento orgulloso —comenta— es de mi encuentro con la Iglesia Católica, con Dios, desde hace un par de años”.
“El teatro es una forma de orar”, le dijo alguna vez un maestro dramaturgo. Tardó en comprender aquel mensaje, pero ahora lo asume como tal. “En ese entonces era muy joven y no entendía, pero con mi nueva obra (El Cerco) entiendo que (el teatro) es una forma de buscar el sentido profundo, de relacionarme con la vida y con Dios”.
Carlos lo acabo de ver entregar su libro al señor Arana, el teatro fue siempre mi pasion, queria felicitarlo por su libro, aunque no lo lei pero ya me imagino, Potosi tiene una increible histora, y el teatro tambien, yo queria hacer un aporte a su investigacion. Lo invito a visitar mi blog http://actoreshipoacusticos.blogspot.com
ResponderEliminaratte
Dr.MSC.Francisco Bohorquez
Felicidades es una de las personas que mas admiro y lo considero un gran profesional digno de seguir sus pasos,un gran catolico y exelente padre de familia y con muchos valores........
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