“¿Cuándo fue la última vez que lloraste, Pablo?” Al otro lado de la línea telefónica sólo hay silencio, un suspiro, luego risas y una voz firme: “Hoy día, hoy día lloré. Soy una persona muy sensible; esto es lo contrario a toda la imagen que proyecto, pero la verdad es que me afectan muchas cosas. Hoy lloré un montón y no de miedo sino de ansiedad; padezco de ansiedad y cuando me abruma la ansiedad lloro, dejo caer las lágrimas y me permito llorar como buen hombre (calla un par de segundos), lloro a mares”.
Un día de furia se apoderó de la vida de Pablo Enrique Osorio Abud el último martes de junio de este 2022. Por la mañana recibió un comunicado de Impuestos Nacionales, en el cual se le conminaba a quitar un video de TikTok que cuestionaba la labor de la entidad estatal y por la tarde le mandaron otra carta en la cual se retractaban de la primera notificación.
La orureñidad
El camba nace donde quiere, dice un viejo adagio cruceño, y Pablo es un camba que nació en la ciudad de Oruro en el año 85. Cuando estaba en colegio viajaba de vacaciones y visitaba a su abuela materna en Santa Cruz de la Sierra. Así iba de la Tierra de Pagador a la Ciudad de los Anillos al menos una vez al año, hasta que un buen día decidió radicar en el oriente del país.
Confiesa que sabe poco del rey de los deportes y que tampoco le interesa. “Soy antifútbol, no le entiendo a ese deporte y me declaro un incompetente al fútbol, ni siquiera el FIFA puedo jugar porque soy muy malo. De todas formas, como buen orureño, cada vez que el San José volvía de la B yo estaba ahí firme”, explica el hombre que en su juventud pasó clases con el comediante Javicho Soria y descubrió que tenía facilidad para la ironía y el humor.
Ejerce la comedia desde hace siete años. Antes se dedicó a la poesía y la narrativa. Le fue bien, obtuvo el Premio Nuevo Cuento Breve de El Deber (2003), ganó el concurso Nueva Poesía Joven Simón I. Patiño (2007) y consiguió una mención en la versión cuento del concurso Franz Tamayo (2008). Sigue prendado por la literatura, en especial por la ciencia ficción; ahora está fascinado con la obra Fundación, de Isaac Asimov.
No está alejado de la poesía, ahora le puso imagen y sacó punta al lápiz del humor. “Cuando comenzamos a hacer shows de comedia con mi amigo Pedro Álvarez rotábamos en bares clandestinos, íbamos de aquí para allá y éramos nómadas del humor, nos metíamos a cualquier bar o restaurante que nos quisiera recibir y hacíamos humor para ellos”.
Hoy en Santa Cruz de la Sierra el humor de stand up tiene un nombre: La Tuja. Y claro que Pablo tiene referentes, uno que él recomienda sin dudar es el estadounidense Mike Birbiglia.
El stand up es su apuesta sobre el escenario. “Nosotros venimos a patear el tablero de la risa y tenemos otra forma de reír que no sea disfrazados de personajes criollos”, explica.
Tiene claras las ideas sobre lo que es y a dónde quiere ir: “Tengo una postura progresista de izquierda que no es del agrado de la actual oposición, pero tampoco le caigo bien al oficialismo porque soy crítico y tengo esta forma de reírme del poder, que a veces no les gusta”.
Él apunta a los poderosos y especialmente a las empresas que se han vuelto intocables para la población. Boliviana de Aviación, Tigo, el Servicio de Impuestos Nacionales han sido algunas de sus “víctimas”; de éstas, la telefónica le ha pedido explicaciones.
“El tiktok de Tigo traspasó las fronteras y la gente empezó a verlo en Nicaragua, Paraguay, Guatemala y Honduras. Ese video tiene más de un millón de vistas”, explica el hombre que se autodefine como cambacolla o collacamba.
La empresa Tigo, con presencia internacional, lo llamó dos días después de lanzarse aquel tiktok. “Me dijeron ‘¿por qué lo dijiste?’ y les respondí porque es verdad, nada de lo que digo es mentira y quizás hay algo de hipérbole pero todo eso me ha pasado”. La telefónica se comprometió a mejorar sus servicios y luego dejó en visto a Osorio.
Los humoristas también se ponen tristes
Febrero del año pasado no fue un buen mes para Pablo Osorio. Llevaba ocho meses sin trabajo y, como muchos, estaba con el agua hasta el cuello. En medio de tanto día repetitivo decidió apelar al humor y abrió su TikTok.
Su primer video, como él mismo lo explica, estaba lleno de sentimientos. Es sobre todo un recordatorio de los días que se fueron y los oficios que desaparecen con el tiempo. Un hombre cree escuchar al afilador de cuchillos y baja corriendo por las gradas... pero se da cuenta de que todo está en su imaginación y queda triste sentado en el sillón, con los cuchillos en la mano. “Es el que más me ha gustado hacer. Estaba lleno de expectativas porque no sabía qué iba a realizar; estábamos en la pandemia, lo hice desempleado, lo hice sin expectativas, lo hice con el corazón y es un video muy naif, muy inocente. Es sólo un personaje, es casi poético, tiene mucho de mi poesía y me gusta mucho por eso mismo”.
Pero el TikTok está lleno de ironía; por ejemplo, él cuenta que su primer video no tiene la viralidad ni las vistas que se merece, “las cosas que más te gustan casi nadie las ve”, sentencia.
La vida del humorista tiene esos vaivenes. Además, ahí cerca está la sombra de la censura del poder. En Rusia, por ejemplo, en un stand up, Aleksandr Dolgopolov tuvo la ocurrencia de bromear sobre el presidente Vladimir Putin, después fue perseguido por el Gobierno ruso y tuvo que salir de su país. En su defensa, el comediante publicó en Instagram: “Hace dos años, los matones de los pueblos me perseguían, ahora todo el Estado me persigue”.
De alguna manera esta historia rusa se repite en Bolivia. Tras recibir la carta conminatoria del director de Servicio de Impuestos Nacionales, Mario Cazón, el humorista Osorio le respondió en un video: “Si usted quiere perseguirme, no hay nada que pueda hacer al respecto, ustedes son los dueños del poder...”.
Como en la película de Jean Claude Van Damme Retroceder nunca, rendirse jamás, estrenada un año después del nacimiento de Osorio, el humorista boliviano no se desdice. En charla con Página Siete cuenta que su primer TikTok sobre Impuestos fue publicado tiempo atrás y que recién hubo respuesta... “De repente la gente abrazó muy bien al video, cuando lo hice y se viralizó de manera fuerte. Estamos hablando de mayo y (el Servicio de Impuestos) se ha tardado mucho en mandarme una carta; es que hasta para eso son burócratas, Dios mío”.
Pablo sigue en su trabajo y no deja el humor sobre las tablas o en TikTok. Vive con las emociones a mil y sabe cómo salir adelante.
Sí, es cierto, Osorio lloró cuando se sintió acorralado por la presión, pero después bailó mirando a la cámara, de frente, sin titubear. Con las piedras que le lanzaron él ha construido un muro gigante desde donde pasa el tiempo riéndose del poder... y haciendo reír.